Después de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (Brasil) en 1992, 160 países se reunieron en Kyoto (Japón) en 1997 para discutir medidas para combatir el calentamiento global.
Tras unas difíciles negociaciones, los participantes llegaron a un acuerdo para reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero entre 2008 y 2012: dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, hexafluoruro de azufre, hidrofluorocarbono (HFC) y perfluorocarbono. Cada país sería responsable de sus objetivos.
En cuanto a los medios para lograr estos objetivos, se presentaron varias disposiciones: Medidas internas, permisos de emisión y mecanismos conjuntos.
Los países que incumplieran el acuerdo estarían sujetos a sanciones, pero el texto no especificaba las sanciones que se aplicarían.
Estados Unidos, con Bill Clinton, firmó el Protocolo, pero en 2001 George W. Bush anunció que el protocolo no estaba en los intereses económicos del país y por lo tanto Estados Unidos no lo ratificaría.
Muchas figuras públicas apelaron al presidente Bush para reconsiderarlo, pero fue en vano.
Sin embargo, la Unión Europea apoyó los objetivos del Protocolo y entró en vigor en febrero de 2005.
Hasta la fecha, el Protocolo de Kyoto ha sido ratificado por 163 países.
Francia y Europa figuran entre los que han ido más lejos en la aplicación de los términos del acuerdo.